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La tormenta se cuela en veinte aniversario del FIB

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Numerosos cambios de horario pero, sobre todo, una tormenta de verano con tanta agua como aparato eléctrico, marcaron la segunda jornada de la presente edición del FIB en la que, de nuevo, distintas formaciones británicas, estaban destinados a estar en boca de todos. Y es que si por volumen de nombres en camisetas los destinados a ser absolutos ganadores del día eran Kasabian y Jake Bugg, aunque para nosotros nosotros fueron otros quienes dieron la campanada. La lluvia, eso sí, duela cabeza de cartel más inesperada que nos pudimos encontrar. Tienes todas las fotos de la jornada en nuestro álbum de Flickr.

Los Claveles

Los Claveles

La jornada del viernes se abrió para nosotros sin dejar nada pendiente. Ya estábamos presentes cuando Los Claveles abrieron el día en el escenario Trident, bajo un sol de plomo y tres gatos mal contados enfrente, que buscaban las mínimas sombras existentes. Estos jóvenes madrileños no dejaron a muchos indiferentes, para bien o para mal. Se plantaron en escena con un aire ciertamente amateur, impostado o no, que a la postre tenía su traslado sonoro. Algún instrumento desafinado y una sensación de estar en el local de ensayo que, sin embargo, tenía su encaje en la música que hacen, y de ahí el problema, que no te queda muy claro si es aposta o no. El caso es que estos chavales tienen algo, entre unas letras que tienen mirilla de francotirador, y un rock que picotea de muchos lados pero que, en esencia, recuerda mucho a ciertas bandas del underground español ochentero.

Kokoshca

Kokoshca

Apenas finalizaban ya arrancaban en el Fibclub Kokoshca, sin duda una de las estrellas del día. Los navarros dieron un conciertazo. Uno de esos grupos que, al menos a los que suscriben, resultan interesantes en estudio, sin mayores emociones, pero que te ganan en directo, lo cual siempre es un alegrón. Para un amante del rock, que una banda te sorprenda y hasta te enamore sin que te los tengas estudiados previamente, es un valor de kilates. Creo que no les miraremos igual a partir de ahora. Su rock, jalonado de noise, engarzado con hilo fino por el juego de voces chica-chico, el tejido espinoso que despliegan, las melodías que te dan para que las desenmascares, el cariño que disfrazan entre una lírica aparentemente violenta, agresiva o, cuando menos, intrigante y ácida, se plantó frente al calor castellonense para dejarnos a todos agridúlcemente satisfechos.

Razorlight

Razorlight

Mientras tanto en el escenario Maravillas se materializaba el primer cambio sobre el programa previsto. Razorlight intercambiaban posiciones con Tom Odell, y aún con apenas un cuarto del aforo frente a ellos. Otra experiencia positiva. Los anglo-suecos no son una banda poseedora de canciones enormes, pero manejaron muy bien la artillería que tienen. Con ello se marcaron un agradable concierto, desplegando su indie-rock tamizado de folk, e incluso a veces flirteando con ramalazos de soul. Tendrán sus fans, obviamente, pero a nosotros nos resultó una buena oportunidad para disfrutar un concierto relajado, de lejos, y guardando fuerzas. Lamentablemente tal vez su intervención podría haber prendido más mecha si hubiera tenido lugar a la hora programada inicialmente (la organización podría haber tenido el detalle de cambiar el horario en la aplicación para smartphones, por cierto), pero aún así, para cuando llegaron a su conocido America se habían metido a muchos incrédulos en el bolsillo. Buen descubrimiento.

The Parrots

The Parrots

Para matar el tiempo decidimos ir a ver el concierto de The Parrots, y por obra y arte de esas cosas que pasan en los festivales, de nuevo, otra vez, un grupo de los pequeños, nos dio una de las grandes alegrías de la tarde. Menudo conciertazo se marcaron estos chicos afincados en Madrid. Uno puede pensar que estando Paco Loco detrás, lo de estos debía ser bueno, pero leches, en escena estaban ellos solitos (que Paco Loco se sube a tocar con muchas de sus bandas), y pusieron patas arriba el Fibclub, llegando incluso a reclamar la atención de mucho guiri jovenzuelo que se lo pasó pirata bailando al ritmo del garaje rock surfero, fresco y punzante, que desplegaron con éxito, para su propia y evidente sorpresa, y para el jolgorio de los asistentes. Estupendos y muy de agradecer.

Tom Odell

Tom Odell

Otra de esas concesiones por parte del cartel del festival a los ídolos de masas instantáneos británicos, Tom Odell, se subió al escenario Maravillas cuando el sol empezaba a bajar. Aún así, podemos dar las gracias a que su presencia no era tan lamentable como la que tuvimos que “disfrutar” en la jornada anterior. Odell es insultantemente joven, pianista y por ahora solamente cuenta con un álbum. Cantautor con ramalazos de soul y mucho mucho azúcar que, no obstante, me sorprendió por la garra con la que interpretó sus canciones. También el buen detalle de que se ha rodeado de buenos músicos para su versión en directo y el resultado es mucho más eficaz que el de su versión de estudio, demasiado edulcorada y juvenil como para escucharlo más de dos veces. Tal vez si se despoja de la capa de pop facilón que lleva y tira más hacia sus momentos de soul estemos ante un artista al que merezca la pena seguir.

Albert Hammond Jr.

Albert Hammond Jr.

La siguiente cita la teníamos con Albert Hammond Jr. El entrañable hijo del héroe de muchas de nuestras madres, de negro riguroso al igual que su banda (una vez se quitó la llamativa cazadora roja con la que saltó al escenario), saltó a un escenario que no estaba del todo fino en ajuste para este concierto. En su carrera en solitario no es que haya logrado grandes hitos, y probablemente su capacidad para juntar a tanta gente frente a él venga más por ser quien es que por méritos de su cosecha discográfica. En cualquier caso aparenta ser un tipo entrañable, tiene canciones agradables, y nos regaló un guiño al pasado recordando a los Buzzcocks y esa maravillosa pieza punk que es Ever Fallen In Love. La verdad, en este FIB, que suenen temas que son iconos de otro tiempo, es material pata negra, atentos DJ’s. Eso sí, los que estaban deseando escuchar algo de los Strokes, e incluso algún guiño a papá Hammond, se quedaron con las ganas.

Paul Weller

Paul Weller

Avanzaba la noche y uno de los nombres más incontestables de la jornada (y del festival) se subía al Maravillas: Paul Weller. El cantautor británico desplegó su faceta más soul que folk en el Benicassim, disparando sin parar temas de sabor clásico en un espectáculo en el que la atmósfera que se creó entre él y sus músicos era cristalina y perfecta. Con una voz y solidez envidiables, eso sí, el clásico británico fue frío como el hielo. Firmó una actuación de calidad pero que podría haber tenido lugar en cualquier sitio. Cumplió a la perfección, sí, pero tal vez no convenció tanto como habría cabido esperar.

Automatics

Automatics

Y rápidamente a buscar el Fibclub para asistir al que debía haber sido uno de los grandes momentos del festival para quien escribe estas líneas, la actuación de Automatics. Hay que puntualizar, obviamente, porque lo del gran momento lo es en el contexto de la historia del festival, y del indie español noventero. Por tanto, debido a la aplastante mayoría de guiris, y a que, generacionalmente, mucho del potencial público de Automatics se ha quedado en su casa, no había demasiada gente rodeando a los jienenses. Y aún así se palpaban las muchas ganas que había por abrazarles, verles, y sentirles, pero queridos amigos, apareció la puta lluvia, y la soportamos, y bailamos bajo ella, y la banda siguió mientras pudo, pero la cosa no pudo pasar de un puñado de canciones. Allí acabó la cosa, y no volvieron a salir, y si alguien me dice que lo hicieron un par de horas después y no nos enteramos, me cabrearé mucho. Qué lástima.

Of Montreal

Of Montreal

Desde hacía una hora se había visto una potente tormenta eléctrica rodeando el festival. Los rayos levantaban comentarios entre toda la audiencia pero para cuando el cielo pareció venirse abajo sobre nuestras cabezas durante diez minutos, a muchos parecía pillarles por sorpresa. Muchos nos quedamos como sopas y el escenario Fibclub tuvo que parar. Pero no el Trident, en el que Of Montreal aguantaban, literalmente, el chaparrón. Su arranque no me pareció del todo interesante, más lleno de arreglos barrocos que de algo que se pudiera bailar o fuera divertido. El caso es que cuando quedó claro que Automatics no volverían a tocar, volví al escenario Trident para cazar los últimos temas de su concierto, todavía bajo la lluvia, y me sorprendió encontrarme con algo completamente diferente: una fiesta de pop glamuroso y psicodélico con la formación estadounidense desmelenada sobre el escenario y el público bailando a rabiar. La verdad es que los pies lo pedían, y quien escribe estas líneas no hizo menos. Desiguales, tal vez, pero finalmente muy buenos.

Jake Bugg

Jake Bugg

A una hora privilegiada y en el escenario principal nos encontrábamos a otro de los niños bonitos del indie británico de estos dos últimos años, Jake Bugg. La densidad de guiris histéricos por ver a este pipiolo rozaba lo demencial. Un fenómeno que no puedo comprender: a este chico le vi lo hace un año cuando todavía presentaba su primer álbum (que me parece que tiene bastantes canciones buenas) me pareció que tenía horchata en las venas, cero actitud sobre el escenario, y nula capacidad para enriquecer los temas que presenta en su versión de estudio. Ahora tiene un nuevo disco en el mercado del cual no me interesó ni un solo corte y la conclusión en esta ocasión es la misma: no entiendo qué le ven. Es cierto, el chico toca muy bien la guitarra y tiene una voz muy particular. Pero nada más, no hace nada, no tiene actitud ni gracia y, sobre todo, le faltan buenas canciones que defender. No acabo de entender qué pasa con este chico.

Tame Impala

Tame Impala

Mucho público se congregaba frente al escenario Trident a la medianoche cuando los australianos Tame Impala comenzaron su concierto. Una de esas bandas que cuando empiezan a tocar deberían llevar una advertencia sobre la epilepsia como las de las videoconsolas: psicodelia pura, locos efectos de guitarra, distorsión, hipnóticas proyecciones de colores fosforitos y una atmósfera que va creciendo poco a poco hasta acabar en un éxtasis controlado de ruido y extraña emoción. Es cierto que el producto que ofrece esta formación no es apto para todos los públicos, y yo misma no suelo escucharlos en disco porque no me sorprenden tanto como en directo, pero su propuesta sobre el escenario me pareció fresca y original, y la respuesta del público, muy cálida.

Kasabian

Kasabian

Según finalizaba el concierto de Tame Impala, arrancaba en el escenario Maravillas el que estaba llamado a ser el concierto más destacado de la noche: el de Kasabian. Con un prolongado slot de hora y media y la práctica totalidad del festival frente a su escenario, los de Leicester lo tenían todo a su favor para triunfar. Todo salvo, a mi gusto, un buen disco que presentar, porque 48:13 (2014) me parece soporífero. Un grupo que, eso sí, sabe mover al público como pocos y que, aunque a causa de la tormenta las pantallas del escenario principal estaban apagadas, consiguieron poner a bailar y a cantar a miles de personas, aunque se encontraran bastante alejadas del escenario. Las numerosas arengas de Tom Meighan solo encendían más al personal, y cuando enganchaban alguno de sus hits, como Days Are Forgotten, la gente se venía arriba. Yo personalmente no encuentro tanta gracia en este grupo y hora y media de estos chicos me parecía excesiva.

The 1975

The 1975

Con unos cuantos minutos de retraso, otra de esas formaciones de pop muy populares ahora mismo en Inglaterra se subió al escenario Trident. Tenía muchas ganas de ver en qué quedaba el directo de The 1975, puesto que su por ahora único LP me produce sentimientos encontrados: por un lado, tiene similitudes que me encantan con Alt-J pero, por otro, tiene demasiados momentos petardos y blandengues. Al final en cuanto saltaron al escenario tuve claro que la cosa iba a ir más hacia el segundo lado que al primero: cierta actitud diva por parte de su vocalista (como si inspirarse en Michael Jackson fuera novedad o algo) me sacó muy rápido del concierto. Había momentos en los que el ruido y el power pop me cautivaban, cierto, pero el tono blando y adolescente era predominante y pronto toda su propuesta empezó a sonarme igual. Tenían momentos poderosos sobre el escenario, es cierto, pero me temo que no eran suficientes.

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